lunes, 10 de octubre de 2016

PÁGINA EN BLANCO


Siempre he escuchado que ante la falta de ideas, lo mejor es asomarse a la ventana y mirar lo que ocurre a tú alrededor. Bien, veo un bonito parque, con un anciano echándole de comer a las palomas, algunos niños juegan entretenidos, con sus madres, atentas a cualquier cosa que pueda ocurrirles; una pareja de jóvenes enamorados se hace arrumacos; un poco más cerca, un chico de color, aparca una destartalada bicicleta, con un improvisado remolque y rebusca en el contenedor azul de los cartones, en el de al lado, otro señor de más de cincuenta años (este parece de aquí), también rebusca tal vez comida, con la ayuda de un palo o una varilla. Al otro lado del parque, un señor trajeado sale del cajero del banco con el teléfono móvil pegado a la oreja, parece airado, en el interior del cajero hay un bulto que por sus dimensiones podría ser una persona, pero está demasiado lejos de mi punto de visión para distinguirlo bien; en una esquina al lado del edificio de enfrente, una atractiva chica de largos cabellos rubios, que contrastan con su piel de un moreno artificial de rayos uva, vestida de un modo que deja poco a la imaginación, un top blanco, unos pantalones shorts, zapatillas de deporte y una pequeña mochila al hombro, parece esperar a alguien, mientras se da sus últimos retoques con un pequeño espejo en la mano, o tal vez sea un smartfon de última generación, ella sabrá. Una música estridente, regaeton o algo parecido, rompe la aparente calma del barrio, proviene de un coche descapotable rojo de alta gama; para cerca de donde está la chica, la cual va hacia él, de su interior sale un tipo vestido de sport, pantalones cortos a lo Charly Sheen, un polo azul, zapatillas náuticas, el pelo negro, engominado hacia atrás, gafas de sol, todo parece de marca, su piel también es del mismo moreno artificial que el de la chica, la cual corre hacia él, se abrazan, dándose un largo y húmedo beso en los morros, él le mete la mano por debajo de los shorts. Las palomas han salido huyendo por el ruido proveniente del  vehículo y él anciano mira a la pareja de pijos de barrio con cierto odio, la otra pareja parece seguir a lo suyo y digo parece, ya que la chica también dirige la mirada a los recién llegados, así como las madres que han desviado su atención con cierta envidia hacia ellos, mientras sus hijos siguen con sus juegos sin inmutarse; el chico de color, indiferente ha atado un montón de cartones en el pequeño remolque de la bicicleta a la que se sube y comienza a pedalear, alejándose de la escena, el señor que rebuscaba en el contenedor de al lado ya se ha ido, o tal vez ha caído dentro y ninguno nos hemos dado cuenta, quien sabe, lo único seguro es que al menos de momento ha desaparecido tan anónimamente cómo llegó. En el cajero de más allá una pareja de policías ha sustituido al señor de la corbata, entran en el cajero y acuclillándose hablan con el bulto, que ahora se ha incorporado, efectivamente es una persona. Tímidamente algunas palomas han regresado junto al anciano y vuelven a picotear las migas de pan, pero el sonido estridente del motor del coche dando un acelerón, las vuelve a espantar mientras se aleja a toda velocidad con la pareja de pijos dentro, para perderse por fin de mi punto de visión; el sonido del motor, mezclado con la estridente música, aún retumba en el ambiente, pero dura poco; un frenazo y el estruendo de un tremendo choque, terminan de golpe con la monótona y estridente cantinela; gritos de alarma, los niños, las madres, la pareja del banco del parque, hasta el anciano se han levantado, para perderse más allá de donde puedo ver, en la dirección del accidente, pero los primeros en desaparecer es la pareja de policías que estaban en el cajero y el hombre que allí dormía ahora se aleja con sus bártulos en dirección contraria, mientras otros curiosos que también están por la zona acuden corriendo al lugar de los hechos.                                                            
Por unos minutos todo se queda en calma, yo me siento delante del ordenador, muevo el ratón para ver como la pantalla vuelve a encenderse, mostrándome otra vez la pantalla en blanco, resoplo cansino, sigue sin ocurrírseme nada y menos aún con el sonido de las sirenas de los coches de policía y ambulancias pasando a toda velocidad frente a mi ventana. Mejor salgo a dar una vuelta, tal vez con un poco de aire fresco llegue la inspiración. 

Jotacé.   

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